BOB DYLAN, INSÓLITO PREMIO NOBEL DE LITERATURA

Un Premio Nobel de Literatura controvertido e inoportuno

Bob Dylan

El premio Nobel, concedido al cantante Bob Dylan ha llenado de estupor al mundo literario, en general, pues, reconociendo sus méritos musicales y el valor poético de sus canciones, no es suficiente para darle un premio literario que debe ser concedido únicamente a un escritor con una obra notable, extensa y, especialmente, literaria.

Flaco favor le ha hecho la Fundación Nobel a la literatura al elegir a un candidato como ganador que no representa al mundo de la literatura -tan necesitado de apoyo a su labor y reconocimiento por parte de las diversas instituciones culturales, además del de la sociedad a la que sirve ofreciéndole sus obras literarias-,  dándoselo a un artista, a un músico, cantante, compositor y cualquier otra denominación del mundo de la música, en un acto de menosprecio a las muchas candidaturas de escritores que han sido presentadas a dicho premio a las que ha antepuesto la extraña candidatura de un compositor que, con la brevedad del texto de sus canciones, ha desbancado a las ricas, abundantes y variadas obras literarias para las que fue creado dicho premio.

El mundo de la literatura sufre una crisis permanente y en los últimos años aumentada por la llegada de nuevas formas de ocio creadas por la tecnología: internet, videojuegos, móviles, tabletas, etc., que han ido desplazando paulatinamente al libro en los hábitos de muchos españoles -ciñéndonos solo a nuestro país aunque es un fenómeno universal-, lo que ha creado verdaderos retos de supervivencia a muchas editoriales, especialmente las medianas y pequeñas que han tenido que echar el cierre. Esto siempre redunda en contra de los propios lectores que cada vez van tener menos variedad en la oferta de contenidos culturales de los que el libro es su mayor exponente, porque los grandes grupos editoriales impondrán su criterio de lo que hay que publicar según los resultados en las ventas; siendo, por tanto, este el criterio a seguir para publicar las obras literarias con merma de la calidad, variedad y libertad por parte del lector que tendrá que conformarse con los best-seller infumables que las grandes editoriales publicitan a bombo y platillo cuando saben que son obras de pseudoliteratura, solo aptas para el consumo de lectores poco exigentes que fagocitan las novedades que les ofrecen con mucha publicidad sin preguntarse su calidad literaria, en un mimetismo feroz de "hay que leer lo que los demás leen", seguido sin criterio alguno.

Mientras tanto, las novedades literarias se acumulan, estimuladas las editoriales por la campaña navideña que acaba de finalizar y que, pese a todos los pronósticos, parece haber sido mejor en relación con la del año anterior, como si este aumento en las ventas fuera el tímido anuncio de que la economía comenzara a repuntar su triste caída y los compradores parecen tener un cierto optimismo, queriendo así conjurar la crisis pasada. No hay mejor baremo para medir el nivel económico de una sociedad que cuando se gasta dinero en cosas que no son de primera necesidad o básicas, como son los libros, audiovisuales o entradas de espectáculos.

El Premio Nobel de este año aumentará, sin embargo, la venta de CDs y DVDs del reciente premiado, pero no la de los libros que seguirán siendo los segundones en el deseo de compra de muchos españoles porque no tienen mandos ni botones ni pantalla que es lo que cuenta para muchos. El libro solo necesita la pantalla de la imaginación del lector, el mando de las manos para pasar la página al leer y el botón que enciende el interés para iniciar la lectura. Para muchos, lo divertido es que el artefacto en cuestión lo haga todo, mientras que la lectura es algo personal que necesita atención, curiosidad y concentración. Demasiado esfuerzo en esta sociedad virtual a la que el Premio Nobel ratifica con su premio eligiendo a un músico como ganador. La literatura la hacen ahora los cantantes porque son a ellos a los únicos que escuchan muchos ciudadanos, esos que no leen.

Esperemos que en los próximos premios Grammy se premie a un escritor, por eso de la justicia distributiva. Al fin y al cabo, la buena literatura lleva implícita una gran dosis de musicalidad que hay que reconocer, al igual que ha reconocido la Fundación Nobel la carga poética del músico Bob Dylan, el reciente galardonado con un premio del que no ha querido hacer comentario alguno, en un gesto de soberbia y menosprecio al que reafirma al decir que no asistirá a la gala de entrega de dicho premio que está demostrando que le viene ancho, largo y le sobrepasa en muchos aspectos.

La Fundación Nobel debería replantearse si este tipo de decisiones no pone aún más obstáculos a los escritores, al mundo editorial y a los demás agentes que hacen posible que los libros lleguen a las manos de los lectores, cuando dicho premio fue instituido para ser un espaldarazo a quienes escriben y no para dárselo a quienes ejercen otras profesiones, muy dignas y respetables, pero que no están relacionadas directamente con el mundo del libro, ese gran transmisor de la cultura y el conocimiento al que, también, la Fundación Nobel le ha dado la espalda.


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